viernes, 2 de septiembre de 2011

Eugenio

Al ver la decadencia humana por mi ventana, me di cuenta que nada importaba ya.... y ahora que estabamos frente a frente; vendí mi alma.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Comezón



Me había estado bañando en lo de Juana, una señora como de 50 años que vive en una pequeña casa en la que su salita también sirve de cuarto, comedor y  baño. La señora me permitía bañarme ahí y a veces me daba un taco o algo para comer. Yo en cambio, le pagaba con verga. La señora estaba entrada en carnes y con un culo bofo y aguado, me costaba mucho excitarme. Pero a la señora le encantaba eso, y yo le tenía que pagar, ese era él trato. Le gustaba excitarme y me jugaba la verga para después metérsela en la boca y eso era lo mejor para mí, sólo era cuestión de cerrar los ojos e imaginar. Ya estando tieso, solo la volteaba y bombeaba hasta que me viniese, la señora se venía como 5 veces y gritaba y pateaba y se ponía toda loca. Después de eso me volvía a bañar y comía un buen platote de comida.

Pero ahora a Juana recibía a su hijo que había regresado de los States. Había regresado con lo mismo con lo que se fue, con nada y ya no había lugar para mí y me picaban los huevos, no me había bañado en 5 días y eso en el puerto y más en verano es una asquerosidad. Los tenía todos apestosos y cebudos y me picaban mucho al grado que me empecé a preocupar, no sabía qué hacer.

Me vi los huevos y no me encontré nada, solo me picaban. Me fui a mendigar para ver si juntaba el dinero para una botella de agua y una barra de jabón. No junté nada a nadie le gusta darle a dinero a alguien rascándose los huevos.

Caminé a la Cruz Roja para ver si podían hacer algo por mí. El guardia me corrió a patadas, no sabía si ir al Centro de Salud o regresar a casa de Juana a pedirle un poco de jabón. El camino a su casa es largo de regreso y la comezón se volvía más fuerte.  Empezaba a rascarme con las uñas, ya todo valía madres. Me picaban, me rascaba y la gente se me quedaba mirando.  Cada vez más al grado que me tiré al suelo a gritar y llorar de dolor. Ahí fue cuando la gente dejó de ver y siguió su camino. Estaba tirado en el suelo cuando se me acercaron unos policías implore ayuda, pero solo me dieron de patines y me corrieron de esa calle. Arruinaba el centro histórico.

El dolor de la golpiza que me habían dado los cerdos me hizo olvidar la comezón y me armé de valor para caminar de regreso a lo de Juana, toqué la puerta y salió Juana en camisón -Anda que estas todo sucio, ¿Quién te golpeó? Mi niño chiquito- Me metió al baño y me desnudo, vio los golpes pero no dijo nada, me bañó como si fuera un niño chiquito, con plena atención en mis huevos y en mi pito. Después de bañarme y enjuagarme un par de veces, Juana se quitó el camisón y me dijo -Mami te va a complacer, mi hijo llega hasta la noche-. Esa tarde hicimos todo de nuevo, me dio una buena mamada y yo la monté como de costumbre. Después de venirme me vestí y le dije gracias. Los huevos ya no me picaban tanto. No volví a ver a Juana.

Hace varias semanas que no me baño, si supieras de la comezón que tengo, entenderías el dolor de ser hombre y seguro me prestarías tu baño, por lo menos, una barra de jabón.

martes, 30 de noviembre de 2010

Despertar

El viento soplaba bien cabrón, cuando no miraba sentía que las cosas se movían, el ruido, el maldito ruido, tic-tac, tic…. Pinche tac. No me encontraba satisfecho, estaba hambriento, no había comido en tres días, ya nada más me quedaban unas playeras verdes y como dos cuadros. Tenía lo suficiente para dos días más. Fui a casa de mi tía la sangre lo suficiente, ya sabes algo de comida para el monchis y algo de pasta para comprar un refresco y unos cigarros. Pensé en comprar una caguama, pero la verdad es que no me gusta beber en lugares en donde hace mucho frio y solo hay una manera de beber una cerveza y es fría, esos cerdos británicos que la beben caliente, enserio ¿Qué pensarán los muy puercos?.
Dejo las cosas en casa y bajo un piso, toco el timbre, el numero 2 esta chueco, siempre ha estado así. Abre la puerta es Mónica – Que p2 ya vienes a joder de nuevo? Me pregunta con cierta repugnancia. Debo ser justo y contarte. Mónica y yo estuvimos juntos antes de todo, antes de la muerte de máma, antes de las drogas, antes de que las cosas empezaran a salir mal. Aún así me tenía compasión debe ser porque nos conocemos desde niños o porque cree que me va a hacer cambiar. La verdad no quería cambiar en este momento de mi vida mi único plan es llegar al sueño y despertar una vez ahí. Despertar de una vez por todas.
Entró al depa de Mónica, luce bien, los muebles están alineados, la televisión transmite una novela, me siento tomo el control y pongo la repetición de un juego de futbol. –Pon la puta novela, la estaba viendo- grita Mónica. La volteo a ver, regreso a la novela. Me paro tomo un cigarro, lo prendo, doy una rica calada, exhalo el humo tranquilamente. Dejo el cigarro en el piso, me acerco a Mónica, le veo los ojos. La tomo del cuello, acaricio su garganta, tomo con mi otra mano su pelo, le doy un tirón y una bofetada a Mónica, la tomo del cuello y la arrojo al suelo, una vez en el suelo le doy tres patines. –¿Te gusto?, ve lo que tengo que hacer para educarte- sonrió mientras digo estas palabras. Mónica solloza en el suelo. Tomo mi cigarro y doy una fuerte calada.
La dejo tirada ahí a Mónica, Mónica Platas, hija del Comandante Juan Carlos Platas Rufiño de la PGR, cierro la puerta y me voy a mi piso, entro a mi casa enciendo un cigarro, me siento a esperar, espero, tic- tac, tic- tac, oigo unos pasos se acercan, alguien toca la puerta muy duro, no abro, la abren a patadas, oigo la alarma, me dan un puñetazo en la cara, oigo la alarma es hora de despertar, me dan otro golpe, me rompen la nariz, empiezo a despertar, estoy en el suelo patín tras patín… tic…. Oigo el chasquido del arma…tac…es como un gran despertador...tic….veo el cañon de un arma… oigo un disparo… tac… Alarma! Alarma!, estoy despierto ya.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Dulce Porvenir

En el momento en que vi partir ese pedazo de mí entendí varias cosas. Una de ellas es que las mejores virtudes de los hombres es aprender a estar solo. Tus pensamientos son tu mejor compañía. El camión partió de la parada y sé que jamas regresara.

jueves, 7 de octubre de 2010

Sociales

Vientos rebeldes soplaban de vez en cuando, ráfagas frías, heladas de esas que duelen los huesos. La humedad presente me hacía estar mermado. Me encontraba trabajando para un maligno periódico local. Trabaja en la sección de sociales. Mi sueño era ser un gran reportero y ser cada nota, la realidad es que soy muy flojo, ¿Sabes?, muy flojo.
No había mucho que hacer en la sección de sociales, ir a una reunión, tomar fotos, comer bocadillos y tratar de entender a este grupo de señoras, estudiarlas y encontrar el sentimiento perdido de la clase media alta mexicana. Eso sí que era difícil.
Lo demás era escribir notas, notas de sociales. En ese entonces no tenía computadora y la maquína de escribir era un instrumento inútil, trabajaba en una computadora de servicio dentro del periódico. Si tenía suerte mi única compañía era mi soledad y nada más, pero casi siempre estaba Raúl, Raúl Lopéz era el diseñador principal para este periódico y te diré algo sobre los diseñadores gráficos, se lo toman demasiado en serio son unos ñoños.
Aún así Raúl tiene dos cualidades, un excelente oído musical y consigue la mejor marihuana que haya fumando en la vida. Ese aspecto es importante por que suelo recuerdo el frío que me daba en ese viejo cuarto dentro del periódico donde me la pasaba escribiendo notas en una vieja computadora con Windows 2000 y office 2003, era el infierno en la tierra. Gracias a la marihuana de Raúl pude sobrellevar eso con gentileza.
Regresando al principio, después de haber descrito como era la vida laboral en ese entonces, narraré lo que era mi vida social.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Una vez más

El camino del destino no está escrito
Suficiente es caminar hacia el final
Sintiendo lo mismo una vez más.
Visiones nocturnas
Llamadas extrañas
Fantástico corazón
Sintiendo lo mismo una vez más. Una vez más.
El frío es aburrido
Caminos distintos
La lluvia me lleva
Luces de réquiem
Una vez más. Una vez más.

martes, 14 de septiembre de 2010

cuento para niños con errores ortográficos


Juan y Lorenzo eran amigos. Juan tenía ocho años zorro(6 meses humano)era dos años mayor que Lorenzo Tortuga, tenía 6 años tortuga (2 años humano) . Dos años es mucho tiempo animal, decía Juan. En esos dos años Juan había aprendido cosas indispensables para cualquier ser humano, amarrarse los zapatos y el valor de la amistad. Esta última la aprendería con Lorenzo. Si me preguntas ¿Cómo es posible que un zorro se amarre los zapatos? Mejor pregúntate ¿cómo es que un zorro y una tortuga eran amigos?
A Lorenzo le daba flojera todo, era lento pues era una tortuga. En cambio Juan, siempre quería correr y jugar, era muy impaciente y curioso, esa era su naturaleza de zorro. Fue en una fiesta infantil donde Lorenzo y Juan se conocieron.
Si algo le molestaba a Juan era que su madre lo llevara a fiestas infantiles y más si era de los hijos de sus amigas, sentía que lo obligaba a tener amigos extraños. Como Lorenzo Tortuga. Ya de por sí era difícil en la escuela, donde todos le hacían burla por qué no se sabía amarrar los zapatos ir a una fiesta de cumpleaños implicaba subirse al trampolín y el trampolín significaba quitarse los zapatos.
Ese día todos los animales andaban ahí, las hermanas Ranas que eran 2 muchachas muy saltadoras y juguetonas, los locos de los Conejos que eran 15 niños traviesos y tenían a la señora Coneja toda loca, estaba el chico Sapo que era gordo y le encantaba comer, los dientones de los Castores que eran todos unos bromistas, obviamente también estaba el chico Búho que era el más inteligente de los niños y por última estaba la niña Cierva la más hermosa del bosque.
La fiesta estaba bien, hubo mucha comida, jugaron a las escondidas y partieron el pastel, fue después de eso cuando las Ranas se subieron al trampolín, para demostrar sus habilidades saltarinas, de ahí subieron 7 de los conejos, el chico sapo prefirió seguir comiendo, uno de los Castores subió un momento, el chico Buhó prefirió ponerse a leer, pero fue la Cierva la que más llamo la atención al saltar con sus hermosas patas que por cierto estaban muy bien torneadas.
Juan estaba en la esquina sólo y apenado por qué no se podía quitar los zapatos, Juan se le acerco y le pregunto -¿Qué tienes Zorro? Te noto triste-. Juan era un zorrito muy orgulloso y no quería admitir el porqué de su tristeza. –Nada, no tengo nada, ¿Oye Tortuga tú por no estás jugando con los demás?-Le contestó a Lorenzo. La joven tortuga no quería responder pero lo hizó –Lo que pasa es que nadie me quiere por lenta y mucho menos puedo subirme a un trampolín a subirme porque si caigo de espalda no voy a poder voltearme-. –Y tú ¿Por qué no estámos saltando con los demás?- Juan se sintió identificado con Lorenzo y se atrevió a decir la verdad –No se amarrarme los zapatos-.
Lorenzo y Juan siguieron platicando y observaron que tenían un problema en común ninguno de los dos podía subirse al trampolín. Fue ahí en medio de bromas y comentarios que Lorenzo Tortuga y Juan Zorro empezaron a hacerse amigos. El problema es que Juan se movía mucho y siempre estaba emocionado, en cambio Lorenzo no le gustaba moverse mucho y siempre estaba tranquilo. Pero como los dos tenían el problema del trampolín en realidad no importaba mucho lo que pasase, los dos ya compartían algo en común.
Fue jugando que ocurrío un accidente, en un tropezón de Juan empujó a Lorenzo y este se voltió, su caparazón estaba justo en el suelo y sus patas no llegaban a este, Lorenzo estaba muy asustado y Juan también, pero fue a Juan que se le ocurrío una genial idea, se puso patas arriba y le dijo a Lorenzo, --Mueve la cabeza y empuja tu cuerpo, hasta que las patas lleguen al suelo y voltéate--, después de unos cuantos intentos Lorenzo estaba normal y riendo como siempre. Lorenzo estaba muy agradecido de que ya sabía cómo voltearse cuando le pasara eso.
Sólo había una forma de pagar el favor, Lorenzo le enseño a Juan como amarrarse los zapatos y después de unas clases que fueron muy largas y con un poquito de calma y paciencia; Juan por fin aprendió a amarrarse los zapatos.
Fue este acto de amistad que hicieron que Juan y Zorro fuesen amigos para siempre, ahora que los dos podían subirse al trampolín, se fueron corriendo al trampolín, donde ahora solo quedaban tres Conejos, una de las hermanas Rana y por supuesto la hermosa de la Cierva que por cierto Juan estuvo saltando mucho con ella, y Lorenzo coqueteo con la hermana Rana, pero esta no le hizo mucho caso por que tenía algo en contra de las tortugas, pero eso no importo porque ese había sido su mejor cumpleaños y el mejor regalo la amistad de Juan, con el que siempre estuvo agredecido por ser tan paciente con él.